San Sánchez
La intrincada –hermosa y a la vez terrible– relación entre el fútbol y la injusticia tiene excepciones. Los equipos, los esfuerzos colectivos, las camisetas, pueden admitir sin dolor fatal que los resultados sean injustos, ya que el fútbol da revancha a las instituciones: un club podrá sacarse cualquier espina dolorosa en el torneo del año que viene; una Selección tendrá desquite en el próximo Mundial (salvo que sea la de Checoslovaquia, o la de algún otro país que un buen día se disuelve).
No ocurre lo mismo con las personas. Tanto los hinchas como los jugadores envejecen, se enferman, se mueren, en definitiva, viven una sola vida (un saludo para los futboleros que crean en la reencarnación). Cuando a un futbolista de 32 años le cortan las piernas, ya no tendrá revancha dentro del campo de juego.
Por eso algunas historias, si tienen un cierre feliz, alcanzan además el sabor delicioso de la Justicia. Así, me da especial alegría que el veterano Fernando Sánchez haya salido campeón en All Boys en el 2008, que haya ascendido a Primera este año, y que en este inicio de campaña en la máxima categoría ya haya marcado un gol, haya arrancado aplausos de tribunas y elogios de periodistas no partidarios.
El Cabezón Sánchez es un mediocampista, lo que significa mucho más que ser un volante. Es un mediocampista total, que defiende y que ataca, que organiza como 5 y que crea como 10, que hace goles y que salva en defensa, que arma al equipo y que pone la pierna como nadie.
Y además es de linaje albo: nació en Floresta, se formó en las inferiores de All Boys, debutó como profesional con la camiseta blanca; su padre jugó en el club, y también su abuelo.
Fernando Sánchez no es un astro. No tiene los goles de Pablo Solchaga ni la presencia de Nico Cambiasso. Su perfil bajo hasta alcanza su nombre: es –como yo– casi ingoogleable.
La vida me llevó a trabar nutrida relación profesional y afectiva con otro Fernando Sanchez (así, sin acento), xeneize, compañero de armas periodísticas en Barcelona y coautor de Ucronías Argentinas y de ¡Mueva la Patria!, la ópera cumbia argentina, que alguna vez –evidentemente– se googleó y dio con Fernando Sánchez, el 8 de All Boys. Me preguntó: “¿Este Fernando Sánchez es un baldosero?” Me ofendí: “Es un crack, una bandera, un símbolo”.
El Cabezón Sánchez es un capitán sin fanfarrias. Después de debutar en el Albo en el Nacional B, en 1994, saltó a Primera con la camiseta de Argentinos Juniors. Su carrera posterior no fue triunfal: Los Andes, Platense, Defensores de Belgrano, Sarmiento, Ben Hur de Rafaela y hasta el Macara de Ecuador. Hasta que, ya treintañero, volvió a Floresta para ser figura y meter dos ascensos.
Conocí al Cabezón en 1995, cuando él era un futbolista juvenil, de esos que juegan dos o tres partidos sobre los 38 de un torneo. Yo era un periodista juvenil (de esos que cobran dos o tres trabajos por cada 38 que realizan) y lo entrevisté varias veces. Teníamos casi la misma edad, los dos estábamos empezando a hacer notas; yo como entrevistador, él como entrevistado. Sánchez hablaba bajito, tenía una corrección y un buen trato que excedían la media. La semana pasada lo vi en conferencia de prensa por TyC Sports tras el triunfo sobre Boca: sigue hablando bajito, con una corrección y un buen trato que exceden la media.
Según el Santoral católico, existe San Sancho, pero no San Sánchez. Los hinchas de All Boys que tengan buena llegada al Vaticano bien podrían mover sus influencias para tributar al enorme y heroico Santo de Floresta.
Albun Blanco,Diario de un Hincha de All Boys
Javier Aguirre-Ilustracion Daniela Acerbi
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